El caso es que, con los años, he recopilado una buena colección de atardeceres. Sé que cada uno de ellos me ha dado algo bueno. No sé dónde se guarda ese algo (si no fuera un Cyborg diría que están todos en mi alma), pero sé que están. Siguen ahí aunque ahora pase mucho tiempo encerrado entre cuatro paredes mirando una pantalla de ordenador o escuchando cosas en una reunión más o menos aburrida. A mis 41 años puedo decir sin miedo a equivocarme que los atardeceres son mi ancla con el mundo real. El mundo de las montañas, del sudor, de la sed, del frío de la noche, del vacío de las estrellas, del olor del musgo y del crujir de la escarcha bajo mis pies. Un mundo que respiré con amigos cuatrúpedos a los que ahora echo tanto de menos.
En fin, que me lío y me pongo melancólico. El caso es que tirando de memoria he recopilado alguno de los atardeceres que más me han gustado (y que tuve la posibilidad de recoger en una foto). Los hay bonitos a secas o bonitos solo para mi porque al verlos viví algo especial. Y mientras los repasaba, he sido consciente de la cantidad de momentos especiales que he vivido viendo cómo el Sol se va o viene (también hay algún amanecer especial... )
Y como introducción a estas fotos, no se me ocurre nada mejor que este dibujo (demoledor, como siempre) de El Roto sobre los atardeceres: "Anochece, luego amanecerá".
Y es que los atardeceres son como promesas de un nuevo día... Ahí va la selección (si pinchas en una foto se pueden ver los comentarios en flickr).
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