domingo, 9 de octubre de 2016

De viaje por Sudáfrica: Ciudad del cabo



El 2 de octubre de 2016 aterricé en Ciudad del Cabo por primera vez en mi vida. Estoy aquí para participar en dos reuniones científicas sobre infraestructuras internacionales de investigación. La primera es la ICRI (International Conference of Research Infrastructures) y la segunda es la reunión anual de ILTER (International Long Term Ecolological Research Network). 

Como casi siempre en los últimos años afronto estos viajes con sentimientos contradictorios. Por un lado, la emoción del descubrir se enfrenta a la nostalgia de estar lejos de casa y al sinsentido (aparente) de cruzar el mundo echando humo para hablar de cambio climático… Estas sensaciones contradictorias se suelen resolver siempre de la misma manera: antes de irme reniego del viaje y de la parte subrealista de mi trabajo (reuniones y más reuniones…), pero una vez en el sitio intento hacerlo mi casa y aprender de la experiencia.

Además en esta ocasión el viaje tiene una connotación importante: vuelvo al África negra después de 10 años, cuando pasé dos meses en Kenia que cambiaron mi vida. Esto me ha animado a escribir sobre este viaje y compartirlo aquí.

La primera sensación que tuve al llegar fue: "esto no es Kenia". Obvio, pero lógicamente llegué con la única referencia africana que tenía. Aterricé a media tarde en Ciudad del Cabo y me recibió un cartel en el aeropuerto que decía "bienvenido a la ciudad madre". Buen comienzo... Compartí taxi con una mujer negra de aire distinguido que resultó ser una periodista famosa de la BBC de Nairobi. Ciudad del cabo es una ciudad moderna, con rascacielos, un puerto lleno de gente y multitud de autovías. Me recordó a una ciudad típica de Estados Unidos. La única similitud con Nairobi es el olor. No sé por qué el olor del humo de los coches en África me resulta familiar. Huele diferente a Europa. La ciudad está flanqueada por el mar y por montañas de unos 600 m que crecen abruptamente y tienen forma de mesa en la cumbre. La más conocida es Table Mountain. También tiene una línea de costa espectacular. O sea que tiene todos los ingredientes necesarios para ser disfrutada con zapatillas de correr...

En los últimos años he puesto en marcha una astuta táctica para conocer ciudades en muy poco tiempo: correr en lugar de andar. Como suelo tener reuniones de trabajo o conferencias, me queda poco tiempo para hacer turismo. Así que intento aprovecharlo corriendo por la ciudad. Gracias a esta inteligentísima idea he conocido Helsinki, Roma, Riga y otras muchas más. En realidad no se puede conocer una ciudad corriendo por ella. Solo consigo llevarme un vistazo general de cuestiones que te afectan mucho cuando corres: cuántos agujeros tienen las aceras, cómo de contaminada está la ciudad, etc. Roma, por ejemplo, es la que tiene las aceras más llenas de agujeros, que son trampas para los peatones. Ciudad del Cabo es genial para correr. No porque sus aceras sean maravillosas, sino porque se accede rápidamente a las montañas. En los tres días que he estado en la ciudad he subido varios montes de los alrededores (Signal Hill y Table Mountain) y también he recorrido el paseo marítimo.

Vista del estadio de fútbol de Ciudad del Cabo desde Signal Hill.

Un mercado callejero en Ciudad del Cabo. Contrastan los adornos africanos con la iglesia gótica?
Se ven muchos alcornoques como este en las aceras de la ciudad. Al parecer cultivaron esta especie para producir corcho con el que tapar las botellas de vino. El árbol crece bien, pero el corcho no es de buena calidad, así que abandonaron la idea hace décadas.

"Tu respecto es mi fortaleza", dice este banco situado en la cima de Signal Hill, a donde subí corriendo. La palabra respeto se oye mucho por la ciudad. Debe de ser una de las claves de su transición hacia una democracia multicultural..

Correr por un sitio desconocido tiene sus cosas. La primera es que no conoces el camino por el que vas a correr. Normalmente me descargo un mapa en el móvil y trato de estar ubicado. Pero no siempre funciona bien. Así que, por mucho que lo intente, al final siempre me enfrento a lo desconocido casi en cada paso. Puede parecer una tontería, pero esta sensación me ayuda en dos sentidos diferentes. Por un lado tiendo a tener más cuidado en estas correrías por sitios desconocidos. Es como si cada zancada fuera revisada con antelación por mi cerebro. Esto se traduce en pasos más cortos y frecuentes. Por otro lado (y esto es lo más emocionante para mi), correr por lo desconocido me ayuda a enfrentarme con cierta serenidad a situaciones inesperadas. Y lo bueno es que esto se aplica a otro ámbito de la vida diferente a correr (o al menos eso quiero creerme yo). Es como si tu cuerpo se acostumbrara a salir de su zona de comodidad y no le generarar tanta tensión lo desconocido. Esta sensación se hace más fuerte cuando corro por el campo. El último día en Ciudad del Cabo empujé un poco más el límite de la zona de confort...
Salí a correr por la mañana temprano, en torno a las 7:30. Tenía la mañana libre porque la reunión del ICRI (en el siguiente post hablaré de esto) había terminado ya. Me encaminé por la calle Long hacia Table Mountain, una montaña preciosa de unos 700 m de altura. Llevaba 100 rands en el bolsillo por si acaso. Corrí y llegué a la base de la montaña, donde me encontré a unos excursionsitas sesentones que iban a subir andando. Les pregunté la ruta y me dieron una alternativa llamada "Diagonal trail". Sonaba interesante, aunque olía a rodeo y a muchos kilómetros más. Me animé y empecé a correr. Table Mountain es una mole de roca con un desnivel de casi 90º. Así que no es posible subir en línea recta. El primer tramo (la parte diagonal) tiene una pendiente más suave que se hace entre Phynbos (Protea, Pelargonium, Aloe, etc.).

Table Mountain vista desde Signal Hill

Paisaje vegetal de la primera parte de la subida a Table Mountain

Pronto la cosa se empina y toca casi escalar por la roca caliza. Llego al punto ese en el que dar la vuelta hace que se te haga más largo el paseo pero seguir adelante te hace profundizar más en un paisaje desconocido que puede esconder sorpresas desagradables. Me encuentro a unas excursionistas que ya conocen el sitio y me dicen que es factible hacerlo en un par de horas más. Sigo y pronto aparecen vistas maravillosas.

Drosera, una preciosa planta carnívora muy abundante en zonas húmedas con pocos nutrientes en el suelo.
Esta garganta da acceso a la parte alta de Table Mountain
Lion's head mountain y un barrio de Ciudad del Cabo

Una vez arriba el paisaje parece un Karst que me recordó mucho a la Sierra de Loja, en Granada. Empiezo a tener sed y la tentación de beber en un arroyo se intensifica. Me resisto porque prefiero la sed al tifus ;). Sigo corriendo por un sendero muy bien marcado que me lleva poco a poco a una tienda de donde sale un teleférico que sube y baja a turistas más sensatos que yo...

La cumbre de Table Mountain parece un karst. Aprovechan algunas colinas como almacenes de agua.
Lacerta tablemontanensis. Acabo de inventarme el nombre... ¿algún herpetólogo en la sala?

Tienda e inicio del cable turístico.
El camino de subida está debajo de las nubes...

Una vez arriba pregunto el precio del cable de bajada y resulta que vale 130 Rands. Yo solo tengo 100, así que decido invertir mi dinero en un zumo y algo de azúcar para la bajada. Me recomiendan una bajada "fácil". La difícil es ir justo por la pared vertical por la que sube-baja el cable turístico... Ya llevo unos 15 Km en el cuerpo, así que bajo por la fácil (lo cual es un eufemismo porque es un auténtico rompepiernas).

Aquí empieza la ruta fácil de bajada: Una media hora bajando a plomo sobre piedras y otra media hora en una pendiente de 40º

En algún momento de la bajada mi móvil se quedó sin batería y no pude hacer más fotos (ni mirar el GPS...). Pero ya conocía el camino. Un par de horas después llegué al hotel sin energía pero con endorfinas para resistir (y hasta aprovechar constructivamente) varios meses de reuniones surrealistas :) Al final recorrí unos 20 Km que mis rodillas resistieron como campeonas. Los tendones de aquiles también fueron bien, aunque se quejaron un poco más.
Esa misma tarde me despedí de Ciudad del Cabo con un paseo por el puerto, cena con colegas y un atardecer con luna creciente. Un placer disfrutar unos días de la "Ciudad madre"

Puerto de Ciudad del Cabo, con equipo de remo entrenando.

Luna creciente. Aquí la luna no es una mentirosa. Cuando parece una "C" es que está creciendo...


martes, 3 de mayo de 2016

¿Qué fue del Observatorio de cambio global de Sierra Nevada?

Hoy me he tropezado de forma accidental con este video




Ha sido como ir andando por la calle y encontrar de repente a un amigo al que quieres mucho pero que hace tiempo que no ves. Me he quedado embobado viéndolo. Y se me han saltado las lágrimas.

No es que el video sea emocionante. Me gusta, pero no tanto como para llorar. Creo que el tono de la locutora y la musiquilla me han tocado la fibra sensible. He visto nuestro logo y me he acordado de cuando lo pensamos. También hablaban de cómo investigadores y gestores se inventaron juntos este proyecto y trataron de ponerlo en práctica. Me he acordado de los que pasaron por aquí y se fueron a buscar pastos más verdes. Hasta muestran un fragmento del sistema de información que preparamos con tanto cariño para el proyecto. La emoción por ver en un video el trabajo bien hecho ha dado paso rápidamente a la pena. Desde 2007 hasta hoy hemos dedicado miles de horas a poner en pie este proyecto. Desde su concepción hasta su implementación. Y ese "hemos" incluye a varias decenas de personas.

Pero las lágrimas más gordas han salido cuando me ha surgido esta pregunta: ¿Qué fue de todo esto?. Bueno, como siempre todo es opinable. Mi opinión (parcial, sesgada, incompleta y seguramente nada objetiva) es que no hemos sido capaces de rematar la faena. Desde 2011 hemos entrado en una fase de supervivencia. El proyecto no ha muerto aún. Es algo peor: languidece. Seguramente este no es el foro adecuado para discutir sobre esto. Pero no podía resistirme a expresar mi opinión.

Creo (esto es otra opinión y como tal irrelevante) que necesitamos aire fresco. Las personas que estuvimos en la concepción y en la creación del Observatorio debemos de dejar paso a otras gentes. Gentes nacidas en un mundo global, conectado y líquido... Necesitamos incorporar conceptos que quizás nos vengan grandes: panarquía, gestión basada en la evidencia, cooperación, incertidumbre, gestión de servicios ecosistémicos, etc.

En fin, no me hagáis caso, que será que estoy sensible hoy ;)

viernes, 22 de abril de 2016

Conociendo el "Sistema Tierra"





La imagen de arriba muestra un montón de gente en un sitio grande. Podría ser una estación de tren o un aeropuerto. Pero no. Es un congreso. Uno enorme. El más grande en el que he estado nunca. Se llama EGU (European Geophysical Union) y en ella se citan cada año 16.000 científicos (4 veces el número de habitantes del pueblo donde vivo). Cada abril acuden religiosamente hordas de investigadores "senior" (=super jefes), jóvenes promesas (= becarios/as) y pringados (los que superamos los 40 pero aún tenemos la estabilidad de un becario). Todos vienen a contarse lo que han hecho este año. La idea es poner en común los avances en ámbitos tan diferentes como glaciología, clima o atmósferas de exoplanetas terrestres (no es broma). Hay miles y miles de pósters y decenas de comunicaciones orales. Es el momento en el que las llamadas Ciencias de la Tierra en Europa sacan músculo (neurona más bien) cada año.

Reconozco que me gusta este congreso. Quizás es al que más me gusta ir. Creo que es porque hay muchas disciplinas y también porque siempre me ha gustado la visión global. En la EGU se respira esa palabra. Todos empezamos nuestras presentaciones o pósters haciendo hincapié en lo importante que es todo esto para comprender cómo funciona el Sistema Tierra. Y aprender el funcionamiento de algo es el primer paso para saber "gestionarlo". Es decir, la idea de este congreso es generar el conocimiento suficiente que nos permita abordar los enormes retos globales a los que nos enfrentaremos en este siglo: cambio climático, acidificación del océano, plástico en el océano, colapso de sistemas forestales globales (tundra y bosques tropicales…) y un largo y desalentador etcétera. Es la segunda vez que voy y vuelvo con la sensación de haber aprendido cosas interesantes.

Pero creo que nos engañamos (sí, hay un pero. Grande. Siempre los hay). La Ciencia (con mayúscula) no está preparada para responder a retos globales. No tenemos capacidad de síntesis de conocimiento. Nos falta visión de conjunto. Hemos creado tantísima ciencia detallada en los últimos 3 siglos que tanto detalle no nos deja ver el bosque. Se publican millones de artículos científicos cada año. Pero muy poca gente se encarga de leerlos y sintentizar el conocimiento que hay en ellos. Sí, lo sé, las disciplinas van avanzando y vamos progresando. Pero lo hacemos muy despacio. Los satélites nos han ayudado a tener cierta visión de conjunto. Lo de ver el mundo desde fuera ayuda. Esto ha creado nuevas disciplinas dentro de las ciencias de la Tierra. Los expertos en teledetección. Pero al final ellos hablan su idioma y los científicos de detalle (ecólogos, zoólogos, botánicos, microbiólogos, petrólogos, geomorfólogos, vulcanólogos, etc.) no terminan de entender ese nuevo idioma. Cada disciplina tiene su jerga y hay pocas palabras comunes entre estas jergas.

Por eso vuelvo con una sensación agridulce. Es dulce porque yo como individuo me he sentido bien aprendiendo en el congreso. Vuelvo con ideas y con contactos nuevos que mejorarán (espero) mi trabajo como científico. También es agrio porque vuelvo con una alta certeza de que eso no ayudará a conocer el funcionamiento del sistema Tierra.

[Creo que es el momento de recordar que este blog se llama "irreflexiones desde la higuera" y que lo escribe un "científico" de medio pelo con un índice H bastante mediocre. Así que igual nada de lo que digo tiene sentido. Estás a tiempo de salir corriendo de aquí]

¿Por qué pasa esto?. ¿Cómo hemos llegado hasta aquí?, ¿Dónde está esa ciencia global y comunitaria que nos vendía Carl Sagan, por ejemplo?. Obviamente no hay una respuesta. Y también obviamente si la hubiera no la tendría yo… Pero sí que tengo una opinión al respecto. Opinar es gratis, así que ahí va:

Creo que nuestra limitada capacidad de hacer ciencia de síntesis se debe a que nuestra actividad del día a día está regida por una serie de reglas que no premian la síntesis. Sintetizar conocimientos de otros es ingrato. Es parecido a acumular datos para tener una serie temporal larga: El investigador que empezó a medir la concentración de CO2 en la isla de Hawai hace décadas fue tomado seguramente por tonto. Tardó 40 años en ser comprendido. En otras palabras: no nos pagan para hacer síntesis, modelos agregados o comprender el sistema Tierra. Por mucho que queramos no es así. Nos pagan para publicar artículos. Cuantos más artículos tengas con tu nombre más éxito tendrás y más probable será que consolides tu situación profesional. ¿hay forma más efectiva de poner en marcha un mecanismo de presión selectiva?. Publica y tendrás un sueldo estable. Si no lo haces tienes dos opciones: a) languideces hasta morir o b) te inventas un mundo paralelo.

[ahora que caigo. Os dejo, que tengo que publicar un artículo. No, es broma]

Modestamente creo que la ciencia está orientada a que los científicos crezcan como individuos. Y vaya si lo hacen. La EGU está llena de gente que habla en primera persona de lo que ha hecho. De qué nueva técnica ha aplicado o qué nuevo artículo ha publicado. Todos contamos nuestros pósters en primera persona y nos esmeramos por sacar lo mejor de nosotros. Lógico. Nos va la vida en ello.

Si lo que digo es cierto, creo que esta situación no cambiará en el corto plazo. No lo hará a tiempo. Tengo la sensación de que vamos todos en un avión con los motores averiados y que cae en picado. Y cada uno de nosotros está tratando de entender cómo funciona el mecanismo de su asiento o el de su bandeja. Necesitamos levantar la cabeza y compartir de verdad. Si no lo hacemos el avión se estrellará. Muchos sistemas vitales de la Tierra colapsarán antes de que nos hayamos dado ni cuenta. Y nos quedaremos con cara de tontos. Y si la sociedad fuera consciente de esto nos pediría explicaciones. Y no sabríamos qué decirles…

Creo que compartir conocimiento no solo es contar lo que has hecho usando tu jerga. Compartir requiere un esfuerzo de empatía tremendo. Requiere (en mi modesta opinión) adaptar tu mensaje al oyente. Solo así le llegará de verdad lo que has descubierto. Solo así podremos organizar congresos en los que un climatólogo entienda lo que le dice un ecólogo y viceversa. Solo así alguien podrá entenderlos a los dos y construir un modelo que simule cómo funciona el Sistema. Solo así podremos darle un mensaje claro y contundente a los políticos que toman decisiones. Afortunadamente hay ejemplos de que esto empieza a ocurrir. El panel intergubernamental para el cambio climático tiene pinta de ser un ejemplo de esta síntesis. No he visto algo así en la EGU. Pero tengo la esperanza de verlo algún día. Y me encantaría ser parte de eso.


No me enrollo más. Quiero terminar con un concepto que ya conocía pero que viene como anillo al dedo: Ubuntu. Si lo aplicamos a la ciencia podría definirse más o menos así: "Un científico es un científico real a través de otros científicos"

(todo este rollo obvia deliberadamente un hecho importante: creo que la respuesta a los problemas ambientales que tenemos no está totalmente en la ciencia. Está más bien en nuestro comportamiento como sociedad. Debemos consumir menos. Se escribe así de fácil. No es necesario tanto conocimiento científico. Hay que actuar. Ya.)

lunes, 15 de febrero de 2016

Anochece, luego amanecerá

Un día una amiga me dijo que tengo mucha suerte con los atardeceres, que me salían muy bonitos. Sus palabras me hicieron recordar que me he pasado media vida persiguiendo el atardecer. Casi sin darme cuenta, a la hora del atardecer, levanto la cabeza y busco el Sol. Es como un instinto animal que uso para sincronizar mi reloj interior de manera inconsciente. Es curioso como nuestro yo inconsciente hace cosas que condicionan nuestra forma de ser. Seguramente esta costumbre mía viene de cuando era un adolescente que corría con perros cada tarde, buscaba el rayo verde en el último suspiro de Sol y aullaba en las noches de luna llena. Ahora la vida solo me deja desviar la cabeza un momento de mis obligaciones y comprobar que el atardecer sigue ahí (¿o seré yo el que no me permito seguir disfrutando de esto?).

El caso es que, con los años, he recopilado una buena colección de atardeceres. Sé que cada uno de ellos me ha dado algo bueno. No sé dónde se guarda ese algo (si no fuera un Cyborg diría que están todos en mi alma), pero sé que están. Siguen ahí aunque ahora pase mucho tiempo encerrado entre cuatro paredes mirando una pantalla de ordenador o escuchando cosas en una reunión más o menos aburrida. A mis 41 años puedo decir sin miedo a equivocarme que los atardeceres son mi ancla con el mundo real. El mundo de las montañas, del sudor,  de la sed, del frío de la noche, del vacío de las estrellas, del olor del musgo y del crujir de la escarcha bajo mis pies. Un mundo que respiré con amigos cuatrúpedos a los que ahora echo tanto de menos.

En fin, que me lío y me pongo melancólico. El caso es que tirando de memoria he recopilado alguno de los atardeceres que más me han gustado (y que tuve la posibilidad de recoger en una foto). Los hay bonitos a secas o bonitos solo para mi porque al verlos viví algo especial. Y mientras los repasaba, he sido consciente de la cantidad de momentos especiales que he vivido viendo cómo el Sol se va o viene (también hay algún amanecer especial... )

Y como introducción a estas fotos, no se me ocurre nada mejor que este dibujo (demoledor, como siempre) de El Roto sobre los atardeceres: "Anochece, luego amanecerá".



Y es que los atardeceres son como promesas de un nuevo día... Ahí va la selección (si pinchas en una foto se pueden ver los comentarios en flickr).



  anochece

viernes, 24 de abril de 2015

Sr. González-Pons

Sr. González-Pons

Hoy (24/04/2015) he coincidido con usted en un vuelo Milán-Madrid. Al verle sentado esperando el embarque he tenido la tentación de entablar una conversación con usted. Confieso que la primera sensación que he tenido al verle ha sido la ira. Un enfado sordo en el que, seguramente de manera injusta, le hacía a usted culpable de buena parte de los problemas que afectan a nuestro país. No le conozco personalmente aunque reconozco que su amor por el Mediterráneo me despierta cierta simpatía hacia usted (pero no se emocione, no les votaré…). Ese lugar común ha matizado mi enfado y me ha llevado a escribir este texto mientras cruzamos los Alpes. De hecho, ahora que lo pienso, seguramente es usted el único miembro de su partido que no despierta en mí vergüenza ajena (al menos no todo el rato). Es una sensación rara. Casi seguro que discrepamos en casi todo, pero tiendo a pensar que alguien a quien le gusta tanto el mar no puede ser mala persona ;)

Me dan ganas de preguntarle cómo hemos llegado hasta aquí. Cómo es posible que nadie hiciera nada por evitar la burbuja inmobiliaria, cómo es posible que nuestro sistema educativo (por ejemplo) esté como está, por qué tenemos tantos aeropuertos vacíos, o cómo se explica que un país como el nuestro soporte una tasa de paro tan inconcebible. Muchas preguntas complejas de formular y más de contestar. Le aseguro que se las hago tragándome la ira y asumiendo buena fe por su parte y por los de la "clase" (¿o prefiere casta?) política. ¿es mucho asumir?.

Mientras escribo esto me acuerdo de los muchos amigos bi-licenciados y con doctorado que han perdido su trabajo y han tenido que emigrar para buscarse la vida. Me viene a la cabeza la cantidad ingente de dinero público hemos dilapidado en infraestructuras ahora infrautilizadas. ¿Qué hemos hecho mal para que los de mi generación (tengo 40 años) vivamos peor que la de nuestros padres que vivieron una dictadura?.

Está usted sentado unos cuantos asientos delante de mí. Cuando aterricemos yo tendré que correr a coger mi vuelo a Granada (donde vivo). No volveré a tener la oportunidad de hacerle las preguntas anteriores.

Así que permítame que, apelando a su papel como representante de los ciudadanos (le hayan votado o no), le pida dos cosas bien fáciles:

1) Léase el libro "Lo que era sólido" de Antonio Muñoz Molina. Es muy pequeño, le costará poco. En él se describe de manera clara y directa la visión el autor sobre la situación de nuestro país. Seguramente no estará usted de acuerdo con las razones que D. Antonio argumenta, pero a lo mejor sí con el diagnóstico de la situación. Se lo recomiendo porque de manera implícita el autor repite la idea de "¿cómo hemos llegado hasta aquí?" que intentaba transmitirle anteriormente con mis preguntas.

2) Una vez leído el libro, ¿Sería tan amable de añadir un comentario a esta entrada mostrando sus impresiones?. No le pido un discurso político, sino la reflexión honesta de un hombre que ha sido testigo-protagonista de las última décadas.

Bueno, espero ansioso ese comentario.

Saludos cordiales y buen fin de semana.

viernes, 19 de septiembre de 2014

¿Cuántos números hay?

Eloi (5 años) lleva un tiempo con mucha curiosidad por los números. En su cole lo hacen tan bien que le enseñan cosas sin que se dé demasiada cuenta. Y poco a poco eso va calando. Es como si le fueran dando lecciones al subconsciente y un día alguna sale a un plano más consciente. En ese momento suena un "Eureka" en su cabeza y se pone muy contento de lo que descubre.

Este verano hemos disfrutado varios Eurekas...

El primero transcurrió en una playa. Estaba él recogiendo conchas y cristalitos. Los puso sobre la toalla ordenados por colores. Y de repente, cuando los contaba, se quedó paralizado de la emoción (sí, la emoción del descubrir). Unos segundos después dijo:

"Mamá, mamá, mira: hay unos números que tienen un número en medio y otros que no"

Su madre no entendía al principio, pero cuando se acercó a la toalla descubrió el misterio. Eloi se había dado cuenta de que al poner tres cristalitos juntos, o cinco o siete, siempre podía separar dos grupos de cristales y dejar uno en medio. Ese era el "número que queda en medio"... Sin embargo, cuando ponía dos, cuatro o seis cristalitos, no era posible dejar uno en medio.

Nuestro pequeño orco acababa de experimentar en neurona propia lo que son los números pares e impares. Lógicamente su madre recompensó su descubrimiento con una explicación sobre números pares e impares. A partir de ese día todo el rato estaba preguntando si tal número (el 80943, por ejemplo) era par o impar. Hasta que unas semanas después de su descubrimiento llegó lo que su madre y yo nos temíamos:

"Papá, el infinito ¿es par o impar?"

Ay, pensé. En estos momentos siempre me acuerdo de los libros esos tan estupendos donde dicen que hay que fomentar la curiosidad de los niños y que está feo eso de decirles "deja ya de de preguntar cosas". Igual tienen razón, pero también es posible que nos estemos pasando...Total, que en ese momento me acordé de +Clara Grima (una estupenda matemática twittera-bloguera divulgadora de pelo rojo) y le pedí ayuda:




Ella contestó amablemente con una respuesta contundente aunque algo difícil de explicar a un niño:

Le respondimos tratando de hacerle ver el concepto de concepto de infinito, pero no se quedó demasiado convencido. Puso cara de "me la estás colando". Y ya me sé yo qué viene después de eso: me la devuelve multiplicada...

Hoy, mientras íbamos al cole en bici (bueno, en bici yo. Mis nenes en remolque, como reyes...), ha sido el día elegido para devolverme el "concepto" de infinito. Estaba yo resoplando con el corazón en la boca cuando va y empieza la siguiente conversación:

Eloi: "Papá, estoy pensando una cosa".
Yo: "(ay madre). Dime hijo..."
Eloi: "Es que no es verdad eso de que haya infinitos números"
Yo (en modo condescendiente): "Claro que sí, hijo. Si te pones a contar desde el uno en adelante, nunca acabarías. Siempre podrías seguir avanzando".
Eloi: "No, no es verdad"
Yo: "Sí, hijo. Hazme caso, soy tu padre y sé más de números que tú"

(bien, ya ha conseguido ponerme donde quería tenerme. Creo que huele el aire de superioridad de los adultos. Y cuando detecta ese olor es implacable: dispara al cuello)

Eloi: "No, te equivocas. Hay solo 10 números: del 0 al 9. Y todos los demás números se hacen mezclando esos. Por ejemplo, once es un uno al lado de otro uno ¿Entiendes?".
Yo: "Pues sí, tienes toda la razón del mundo. No entendía que querías decir"

Y así van pasando los días, entre eurekas y patinazos de su padre... Es curiosos como le gustan los números y no le gustan las letras. No parece tener demasiado interés en aprender a leer. Sin embargo sí que empieza a entender algunos conceptos más complejos de las matemáticas como la multiplicación. Ya entiende el concepto de mitad y de doble y lo usa para hacer sumas sencillas. Pero aún le cuesta escribir palabras algo más complejas que su nombre.

Mientras, Mario (2 años) también ha aprendido a contar. Pero lo hace a su manera, con un nuevo sistema numérico. Para él solo existen los números 1, 2, 5 y 7. Parece que no le gusta como suenan los demás... Su cabecita todavía no se ocupa de esas cosas. Él está ahora muy entretenido con el concepto de comparación. El otro día, por ejemplo, su madre le preparó un bocadillo de paté. Él al verlo por primera vez, lo abrió y dijo:

"Mamá, parece caca de gato"

Nunca ha visto la caca de gato, pero el tío hizo la comparación con una componente de sorna bien evidente. Después de decir esto, metió el dedo en el paté (=caca de gato) y se pintó los labios...

Bueno, hasta aquí la historia de hoy...

Prometo que la próxima entrada irá sobre cuestiones laborales (espero que interesante)






domingo, 16 de febrero de 2014

Gracias por mi (nuestro) curriculum.


Los que me conocen saben que estoy empeñado en la palabra "nosotros". Es casi obsesión lo de trabajar en equipo y tratar de canalizar el potencial y el ego del individuo a través del trabajo grupal. No os creais, no es modestia ni humildad. Es en realidad una forma algo rebuscada de egocentrismo. Pero bueno, me lo perdono. 

El Curriculum académico es el paradigma de lo que no me gusta. Consta de una serie de méritos en los que aparece tu nombre en primer lugar: artículos científicos, charlas, comunicaciones a congresos, libros, etc. Si tu nombre no está, no existes. Eres mejor científico cuanto mayor es el número de referencias con tu nombre. Y si además esos productos tienen tu nombre escrito en inglés, pues mejor que mejor. Al final el trabajo científico consiste en conseguir muchos méritos. Se han perdido en buena medida los objetivos del bien común que persigue la ciencia: generar conocimiento para la sociedad y aplicarlo. 

El caso es que, dada mi trayectoria profesional, mi curriculum no es gran cosa. Sí, ya sé que alguno dirá que eso del "nosotros" y la transferencia de conocimiento a los gestores (del medio ambiente) es una excusa cutre para tratar de explicar mi pobre curriculum. Y tienen razón los que lo dicen (más o menos). Tengo pocas publicaciones científicas y menos aún en las que mi nombre aparezca el primero. Pero aún así hace unos meses decidí intentar acreditarme por la ANECA. La acreditación consiste en que preparas un dossier enorme con tus méritos y los presentas a una agencia que decide si eres apto o no para ejercer de profesor en una universidad de Españikistán. La verdad es que no confiaba yo en conseguir la acreditación. Sin embargo ayer recibí una carta en la que se aceptaba mi solicitud. Y ahora soy un flamante "profesor contratado doctor" (que no cunda el pánico, podéis seguir tuteándome). 

Después de la sorpresa y la alegría iniciales, he pensado dos cosas que quería dejar por escrito:

La primera es que mi curriculum no debe de ser tan malo para que unos señores muy sabios hayan considerado que merezco la acreditación. Se ve que las publicaciones que tengo no son tan pocas y que otras cosas que hago (y que suelo despreciar) no son tan inútiles: reuniones y saraos en el extranjero, presentaciones, networking (=chicoleo), etc. Para ser una primera conclusión no es muy elaborada, no. Es casi obvia, de hecho.

La segunda sí que es más importante (creo). He sido consciente de que "el sistema" al que tanto critico ha tenido a bien valorar el trabajo de alguien que aparece como segundo o tercer autor en más de la mitad de los méritos de su curriculum. Y si lo han valorado positivamente es que han considerado que lo de trabajar en un equipo tiene su importancia. O sea, que no solo se avanza siendo el primero y regando únicamente tu jardín. También se puede avanzar contribuyendo a regar el jardín de otros... Y esta conclusión me ha encantado.

O sea que, en realidad, no me he acreditado yo. Nos hemos acreditado todos los que firmamos en los méritos que incluí en el dossier. Así que desde aquí, un gran enhorabuena a todos (son muchos para enumerarlos). Pero sobre todo, un más grande aún GRACIAS. Me ha encantado trabajar con todos y cada uno con los que he firmado algo (desde 1998 hasta ayer mismo).