lunes, 10 de abril de 2017

Dentistas psicólogos...


El otro día fui al dentista. Tenía que probarme una férula de descarga que me hizo semanas antes. Es una de esas placas de plástico transparente que se encajan en la mandíbula de abajo para minimizar el impacto del bruxismo sobre los dientes. Al parecer tiendo a apretar los dientes más de la cuenta de noche o en momentos puntuales del día cuando estoy sometido a demasiada tensión. Eso es el bruxismo. Suele provocar dolor de cuello, de mandíbulas y también el desgaste/rotura de piezas dentales.

Llevo años usando intermitentemente estas férulas. Empecé cuando estudiaba en la universidad y ahora, fruto de los líos laborales en los que ando, parece que vuelve a ser necesario... 

Antes de seguir debo aclarar que mi dentista es un hombre peculiar. Bueno, todos lo sois, menos yo, que soy muy normal ;). Aunque he hablado poco con él sí que lo he escuchado mucho. He pasado 30 años escuchando periódicamente sus opiniones sobre lo divino y lo humano mientras me hurga en la boca sin darme la opción de replicar... Aún a riesgo de simplificar demasiado, podría decir que es un antisistema de los que escuchan la COPE. Un trabajador empedernido que sabe bien el significado de la palabra esfuerzo y sufre en sus carnes la ineficiencia del sistema capitalista en el que cree...

Total, que el día de marras llegué a su consulta y empezó a probarme la férula. Aproveché un renuncio suyo para iniciar la siguiente conversación:

  • Yo: Se ha roto el trozo de emplaste que me pusiste aquí.
  • Él: Sí, lo he visto. Es un testigo que te puse para ver si apretabas los dientes. Y veo que sí aprietas...
  • Yo (medio en broma, medio en serio): Y qué puedo hacer, ¿medito, hago yoga? 
  • Él: Como quieras, pero tienes que empezar a mandar a cierta gente al carajo. Eso ayuda.
Su contundente respuesta me ha dado que pensar esta semana. Él sabe a qué me dedico y supone lo complejo que debe de ser mantenerse en este negocio de la investigación... Pero no conoce nada más de mi personalidad ni de mi forma de proceder. No sabe lo difícil que me resulta mandar a la porra a algo o a alguien. Nada más salir de la consulta puse el chascarrillo en Twitter:

No suelo tener menciones ni respuestas a mis Tweets, pero en esta ocasión varios compañeros (@Mteoras@CitocromoB1 y @ajpelu) intervinieron dándole la razón a mi psicólogo-dentista. @ajpelu incluso me recordó este video en el que un joven andaluz comenta las bondades de mandar a la mierda a la gente cuando se lo merecen.




Todo esto me ha hecho pensar. ¿estaré equivocado?, ¿Debería mandar a más gente a la mierda?, ¿me haría esto más feliz? Los que lo aconsejan me dicen que les va mejor, que están más tranquilos y que se ríen más.

No tengo respuesta para ninguna de las preguntas anteriores. Pero algo dentro de mi me dice que mandar a la mierda al personal no resuelve el problema. Es una buena forma de disipar el estrés, eso sí. Pero no contribuye a resolver los problemas de comunicación y de ausencia de empatía que nos aquejan. Mandar al carajo a alguien dificulta o incluso imposibilita cualquier comunicación posterior. Además la gente no suele aceptar con tranquilidad que lo manden tan lejos: habrá réplica y no será positiva. En definitiva, creo que esta táctica es una forma de echar gasolina al fuego en lugar de agua.

Por otro lado me pregunto, ¿qué me habría perdido en la vida si me fuera más fácil mandar a la gente a freír espárragos? Y tengo la sensación de que habría perdido una lección importante: las personas que te "tocan las narices" y que se merecerían irse lejos por sus actos no lo hacen por fastidiarte a ti (no al menos la mayoría de las veces), sino que no conocen formas más depuradas de expresar sus frustraciones o sufrimiento. Aprendí esta lección no hace mucho, gracias a la meditación, a algunas lecturas y a varias conversaciones sobre los niveles de conciencia y nuestra sociedad. Y ahora creo que la compasión (entendida como un "sé que sufres y estoy aquí por si puedo ayudar") y la aceptación (somos y actuamos como buenamente podemos) me aportan más beneficios que perjuicios el estrés. Tengo la sensación de que esta es una buena forma de controlar el estrés. Hay otras más. (deporte, por ejemplo). Además creo (igual me autoconvenzo para creer esto) que si hubiera mandado más a la porra en mi vida profesional, mi aportación a los proyectos en los que he participado habría sido menor.

Así que creo que es más eficaz trata de aceptar esta situación, aplicar la empatía y ser compasivo con quien nos fastidia. Esto no quiere decir que recomiende ser resiliente frente al estrés (= recuperarse del estrés) porque esto implica sufrirlo y luego recuperarse. Más bien diría que la aceptación y la compasión ayudan a ser antifrágil en el sentido en el que Nassim Taleb describe: cosas que se benefician del desorden, caos o estrés. Y aquí me encuentro ahora, intentando convertir mi estrés en aceptación y compasión para hacerme más fuerte. Y lo estoy haciendo sin mi férula de descarga ;)

Ya os contaré qué tal evolucionan mi estrés y mis dientes...

P.D.: Igual todo esto que escribo es muy inocente e ingenuo. Con esta entrada no pretendo convencer ni desacreditar a nadie, solo expreso mi modesta opinión ;)