El 2 de octubre de 2016 aterricé en Ciudad del Cabo por primera vez en mi vida. Estoy aquí para participar en dos reuniones científicas sobre infraestructuras internacionales de investigación. La primera es la ICRI (International Conference of Research Infrastructures) y la segunda es la reunión anual de ILTER (International Long Term Ecolological Research Network).
Como casi siempre en los últimos años afronto estos viajes con sentimientos contradictorios. Por un lado, la emoción del descubrir se enfrenta a la nostalgia de estar lejos de casa y al sinsentido (aparente) de cruzar el mundo echando humo para hablar de cambio climático… Estas sensaciones contradictorias se suelen resolver siempre de la misma manera: antes de irme reniego del viaje y de la parte subrealista de mi trabajo (reuniones y más reuniones…), pero una vez en el sitio intento hacerlo mi casa y aprender de la experiencia.
Además en esta ocasión el viaje tiene una connotación importante: vuelvo al África negra después de 10 años, cuando pasé dos meses en Kenia que cambiaron mi vida. Esto me ha animado a escribir sobre este viaje y compartirlo aquí.
La primera sensación que tuve al llegar fue: "esto no es Kenia". Obvio, pero lógicamente llegué con la única referencia africana que tenía. Aterricé a media tarde en Ciudad del Cabo y me recibió un cartel en el aeropuerto que decía "bienvenido a la ciudad madre". Buen comienzo... Compartí taxi con una mujer negra de aire distinguido que resultó ser una periodista famosa de la BBC de Nairobi. Ciudad del cabo es una ciudad moderna, con rascacielos, un puerto lleno de gente y multitud de autovías. Me recordó a una ciudad típica de Estados Unidos. La única similitud con Nairobi es el olor. No sé por qué el olor del humo de los coches en África me resulta familiar. Huele diferente a Europa. La ciudad está flanqueada por el mar y por montañas de unos 600 m que crecen abruptamente y tienen forma de mesa en la cumbre. La más conocida es Table Mountain. También tiene una línea de costa espectacular. O sea que tiene todos los ingredientes necesarios para ser disfrutada con zapatillas de correr...
En los últimos años he puesto en marcha una astuta táctica para conocer ciudades en muy poco tiempo: correr en lugar de andar. Como suelo tener reuniones de trabajo o conferencias, me queda poco tiempo para hacer turismo. Así que intento aprovecharlo corriendo por la ciudad. Gracias a esta inteligentísima idea he conocido Helsinki, Roma, Riga y otras muchas más. En realidad no se puede conocer una ciudad corriendo por ella. Solo consigo llevarme un vistazo general de cuestiones que te afectan mucho cuando corres: cuántos agujeros tienen las aceras, cómo de contaminada está la ciudad, etc. Roma, por ejemplo, es la que tiene las aceras más llenas de agujeros, que son trampas para los peatones. Ciudad del Cabo es genial para correr. No porque sus aceras sean maravillosas, sino porque se accede rápidamente a las montañas. En los tres días que he estado en la ciudad he subido varios montes de los alrededores (Signal Hill y Table Mountain) y también he recorrido el paseo marítimo.
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Vista del estadio de fútbol de Ciudad del Cabo desde Signal Hill. |
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Un mercado callejero en Ciudad del Cabo. Contrastan los adornos africanos con la iglesia gótica? |
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Se ven muchos alcornoques como este en las aceras de la ciudad. Al parecer cultivaron esta especie para producir corcho con el que tapar las botellas de vino. El árbol crece bien, pero el corcho no es de buena calidad, así que abandonaron la idea hace décadas. |
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"Tu respecto es mi fortaleza", dice este banco situado en la cima de Signal Hill, a donde subí corriendo. La palabra respeto se oye mucho por la ciudad. Debe de ser una de las claves de su transición hacia una democracia multicultural.. |
Correr por un sitio desconocido tiene sus cosas. La primera es que no conoces el camino por el que vas a correr. Normalmente me descargo un mapa en el móvil y trato de estar ubicado. Pero no siempre funciona bien. Así que, por mucho que lo intente, al final siempre me enfrento a lo desconocido casi en cada paso. Puede parecer una tontería, pero esta sensación me ayuda en dos sentidos diferentes. Por un lado tiendo a tener más cuidado en estas correrías por sitios desconocidos. Es como si cada zancada fuera revisada con antelación por mi cerebro. Esto se traduce en pasos más cortos y frecuentes. Por otro lado (y esto es lo más emocionante para mi), correr por lo desconocido me ayuda a enfrentarme con cierta serenidad a situaciones inesperadas. Y lo bueno es que esto se aplica a otro ámbito de la vida diferente a correr (o al menos eso quiero creerme yo). Es como si tu cuerpo se acostumbrara a salir de su zona de comodidad y no le generarar tanta tensión lo desconocido. Esta sensación se hace más fuerte cuando corro por el campo. El último día en Ciudad del Cabo empujé un poco más el límite de la zona de confort...
Salí a correr por la mañana temprano, en torno a las 7:30. Tenía la mañana libre porque la reunión del ICRI (en el siguiente post hablaré de esto) había terminado ya. Me encaminé por la calle Long hacia Table Mountain, una montaña preciosa de unos 700 m de altura. Llevaba 100 rands en el bolsillo por si acaso. Corrí y llegué a la base de la montaña, donde me encontré a unos excursionsitas sesentones que iban a subir andando. Les pregunté la ruta y me dieron una alternativa llamada "Diagonal trail". Sonaba interesante, aunque olía a rodeo y a muchos kilómetros más. Me animé y empecé a correr. Table Mountain es una mole de roca con un desnivel de casi 90º. Así que no es posible subir en línea recta. El primer tramo (la parte diagonal) tiene una pendiente más suave que se hace entre Phynbos (Protea, Pelargonium, Aloe, etc.).
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Table Mountain vista desde Signal Hill |
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Paisaje vegetal de la primera parte de la subida a Table Mountain |
Pronto la cosa se empina y toca casi escalar por la roca caliza. Llego al punto ese en el que dar la vuelta hace que se te haga más largo el paseo pero seguir adelante te hace profundizar más en un paisaje desconocido que puede esconder sorpresas desagradables. Me encuentro a unas excursionistas que ya conocen el sitio y me dicen que es factible hacerlo en un par de horas más. Sigo y pronto aparecen vistas maravillosas.
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Drosera, una preciosa planta carnívora muy abundante en zonas húmedas con pocos nutrientes en el suelo. |
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Esta garganta da acceso a la parte alta de Table Mountain |
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Lion's head mountain y un barrio de Ciudad del Cabo |
Una vez arriba el paisaje parece un Karst que me recordó mucho a la Sierra de Loja, en Granada. Empiezo a tener sed y la tentación de beber en un arroyo se intensifica. Me resisto porque prefiero la sed al tifus ;). Sigo corriendo por un sendero muy bien marcado que me lleva poco a poco a una tienda de donde sale un teleférico que sube y baja a turistas más sensatos que yo...
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La cumbre de Table Mountain parece un karst. Aprovechan algunas colinas como almacenes de agua. |
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Lacerta tablemontanensis. Acabo de inventarme el nombre... ¿algún herpetólogo en la sala? |
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Tienda e inicio del cable turístico. |
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El camino de subida está debajo de las nubes... |
Una vez arriba pregunto el precio del cable de bajada y resulta que vale 130 Rands. Yo solo tengo 100, así que decido invertir mi dinero en un zumo y algo de azúcar para la bajada. Me recomiendan una bajada "fácil". La difícil es ir justo por la pared vertical por la que sube-baja el cable turístico... Ya llevo unos 15 Km en el cuerpo, así que bajo por la fácil (lo cual es un eufemismo porque es un auténtico rompepiernas).
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Aquí empieza la ruta fácil de bajada: Una media hora bajando a plomo sobre piedras y otra media hora en una pendiente de 40º |
En algún momento de la bajada mi móvil se quedó sin batería y no pude hacer más fotos (ni mirar el GPS...). Pero ya conocía el camino. Un par de horas después llegué al hotel sin energía pero con endorfinas para resistir (y hasta aprovechar constructivamente) varios meses de reuniones surrealistas :) Al final recorrí unos 20 Km que mis rodillas resistieron como campeonas. Los tendones de aquiles también fueron bien, aunque se quejaron un poco más.
Esa misma tarde me despedí de Ciudad del Cabo con un paseo por el puerto, cena con colegas y un atardecer con luna creciente. Un placer disfrutar unos días de la "Ciudad madre"
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Puerto de Ciudad del Cabo, con equipo de remo entrenando. |
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Luna creciente. Aquí la luna no es una mentirosa. Cuando parece una "C" es que está creciendo... |
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